sábado, 10 de enero de 2015

Amor a los enemigos



“Amor a los enemigos”

A raíz de lo ocurrido en estos días en Francia, comparto (como complemento delo que envié hoy) lo que escribí al día siguiente al atentado a las Torres Gemelas. No tenía blog en ese entonces. Creo que puede leerse en la mismma linea de lo enviado.

Eduardo de la Serna



Quisiera empezar mi reflexión con un ejemplo; y que no se lo tome como “menosprecio”, es solamente un ejemplo que quiere ayudar a entender lo incomprensible. Especialmente los pueblos apasionados, como los latinos, vivimos el amor a nuestra camiseta deportiva con pasión. Somos apasionados. Por eso gozamos con los triunfos y lloramos las derrotas. Estamos “prendidos” a la pantalla del televisor cuando juega nuestro equipo -y bien se aprovechan de eso las empresas cuya pasión es el dinero... Pero algunas veces, en algunos momentos, esa pasión se descontrola, pierde los límites de la cordura, y el amor se transforma en odio. Es que los límites no son fáciles de respetar. Y vemos que un grupo de apasionados se enfrenta en batalla campal con los de otro grupo, los de un equipo contra otro. Es el momento en el que el amor devino fanatismo.

Creo que en esto el fútbol puede ser un cierto tipo de sacramento que nos permite vislumbrar el misterio. El paso del amor al odio es tan sutil que puede cruzarse casi imperceptiblemente.

        Me parece absolutamente comprensible, y razonable, que mi amor por la camiseta (y ya no estoy pensando sólo en lo deportivo) lleve un cierto tipo de enfrentamiento con la camiseta contraria. En ese caso, seguimos en el terreno de lo lógico. Yo estoy, en lo personal, absolutamente enfrentado con los responsables del hambre de nuestro pueblo. Personalmente estoy en la vereda de enfrente de los “desocupadores”, de los usureros que explotan, de los vampiros que se alimentan de sangre y salario de los pobres. Y quiero que todo eso sea definitivamente derrotado. Quiero que “siempre pierdan” y pierdan para siempre. Y me alegro cuando pierden. Lo que más quisiera es que dejen de serlo, pero para pasar “al otro bando”, “al de los buenos”, no quiero que desaparezcan; en lenguaje religioso: quiero que se conviertan. El apasionamiento se torna descontrol cuando ya no quiero que pierdan, sino que mueran...

        Para ser todavía más precisos, yo estoy “en la vereda de enfrente” de la política de los Estados Unidos; creo que son gravísimos responsables del hambre, y de la muerte de la inmensa mayoría de la humanidad, y por eso quisiera que cambien de actitud, que utilicen el dinero que han robado para reforestar desiertos, para engendrar trabajo, para acabar con el hambre, sanar enfermedades, castigar a sus propios responsables, etc. Me duele que nos impongan una cierta “globalización” –la económica- pero se nieguen sistemáticamente a otra globalización –la de la justicia- y ahora lamenten –y lamentemos- esta globalización del terror. Por todo esto deseo urgentemente la conversión de los Estados Unidos, y de todo el así llamado “Primer Mundo”, aunque no se sepa “primero” en qué.

Pero cuando el otro equipo se transforma en el “equipo enemigo”, entramos en el terreno de la locura y la desmesura. Porque quiero su conversión es que los quiero vivos. Y por eso creo que sólo el amor, y nada más que el amor puede lograr que cambien de actitud. Demencias como las que vivimos ayer, 11 de septiembre, conducen a que ahora esperemos “la represalia”, “la respuesta”, la violencia... Y el espiral sigue creciendo, junto con el odio.

Hay muchas cosas que “apasionan”. Y es bueno que así sea: la política apasiona, la religión apasiona, la vida y el amor apasionan. Y pobres de los que viven sin pasión. Y no es la religión, o la política, ni el amor los responsables de la barbarie... Pobres son también los que transforman la pasión en pasión para otros. Creo que la solidaridad universal debe mirar siempre a las víctimas, a los que padecen lo que otros les han hecho sufrir. Y creo que los que provocan víctimas, no son sino esclavos del temor, del temor que le tienen a un dios temible, o del temor que tienen a no tener. Y sería bueno que dejen de ser esclavos del dinero, o del odio. Sería bueno, porque sería bueno para todos. Por ahí pasa el amor. El amor que apasiona a los que buscan de la política más justicia o más verdad, en amor de los que buscan en la fe un Dios que es Padre y nos hace hermanos...

No creo que los EEUU sean inocentes en esta historia, también sus gobernantes han sido terroristas en Afganistán, en Panamá, en Chile, en Vietnam, Nicaragua, y en tantos otros lugares; y Noriega y bin Laden son monstruos que ellos mismos engendraron, y eran buenos cuando jugaban para su “equipo”, y malos ahora, “en el de enfrente”. Y quiero que unos y otros dejen de ser responsables del horror. Estoy absolutamente convencido que el terror no ayuda en nada a ese cambio de actitud, sino a reforzarlo. Por eso me solidarizo totalmente con las víctimas, porque no creo que la violencia edifique o aporte nada positivo a esta historia. Y espero que la solidaridad de quienes no somos “de su bando” ayude a un cambio de actitud, en unos y en otros. Un cambio que lleve a que no busquemos que desaparezcan “los otros”, sino a soñar y trabajar para que en un mañana todos estemos juntos en el bando del amor. Amor que es solidaridad, amor que es justicia, amor que es verdad, y amor que es el único camino firme para alcanzar la paz.

Foto tomada de elmundo.es

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