La grieta
Eduardo de la
Serna
Todos
sabemos qué cosa es una grieta, o las consecuencias de que algo comienza a
agrietarse. Pero –reconozcámoslo- una grieta no es mala ni es buena. ¿Quién
diría que fue mala la grieta que se ahondó hasta reventar en el “Muro de Berlín”,
por ejemplo? ¿O la grieta que luego explota en maravilla en el Glaciar Perito
Moreno? Grieta remite a comienzo de una ruptura, y hay rupturas positivas y
rupturas negativas. Que comience a agrietarse –sigamos con ejemplos- la
conspiración de silencio en una corporación perversa, es positivo, como fue una
pequeña grieta las declaraciones de Scilingo cuando confesó los vuelos de la
muerte por parte de la dictadura. Y
lamentamos que esa grieta no se haya ahondado.
Una
grieta no es mala ni buena. Los insultos de cada domingo a la noche provocan
grietas. El “fuck you” provoca grietas. Y si después el mismo provocador serial
se hace l compungido rodeado de su claque y reclama “concordia”, no suena sino
a burla. Una ironía más de las tantas a las que nos tiene acostumbrados.
Raiting
no quiere decir periodismo. Es evidente, eso. Hay animales que comen, mastican
y regurgitan para alimentar a su prole; otros, traen la comida para que los
hijos se alimenten por su cuenta. Es la diferencia entre el supuesto periodista
que da todo “cocinado” y nos dice qué pensar (e insulta a quienes no piensan de
esa manera, quizás incapacitado de entender que el mundo no gire en torno a “yo”)
y aquel que nos ayuda a pensar. No para estar de acuerdo, no para coincidir
sino para mirar argumentos, pesarlos, evaluarnos y quedarnos con aquello que
nos parece convincente, sensato, razonable. Ese es el abismo, más que grieta,
entre el periodismo de Victor Hugo y el de la corporación que mueve manos, y
bocas según los hilos de los que jale un CEO. Es la diferencia entre un oso del
bosque y un tigre viejo conforme con sus jaulas.
Gracias
a la esperada y deseada aplicación plena de la “Ley de Medios” se hizo visible la
grieta entre los periodistas y los panfletarios, entre libres y mercenarios,
entre Medios y miedos, entre canales de Venecia y Canalettis de violencia,
entre el gran Bonete y el pequeño Bonelli, una Opera y una operación, entre
Lanata y Victor Hugo.
Abrazo
al periodista en serio, al que incluso provoca grietas en nuestro pensamiento
porque me ayuda a pensar, a poner en crisis las certezas (o agrietar monopolios).
Abrazo a Victor Hugo y allí estaré hoy a las 2 de la tarde.
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