Poner a los niños en el centro
Eduardo de la Serna
La frase del Evangelio “dejen que
los niños vengan a mí, no se lo impidan, porque de los que son como estos es el
reino de Dios” (Marcos 10,14) puede ser leída de un modo romántico, con lo que
se la sacaría del contexto bíblico y hablaría de ternura, de inocencia, de
ingenuidad… No es eso lo que dice el texto: los niños son seres incompletos,
para el mundo bíblico, que necesitan ser “enderezados”, incluso con rigor
(Proverbios 13,24). El texto ha de entenderse en los clásicos ejemplos en los
que la propuesta de Jesús invierte los valores tradicionales y pone en el
centro precisamente los grupos despreciados: los pobres, las mujeres, los niños…
Jesús quiere empezar la historia desde su reverso, por eso, la plenitud, la
universalidad que él predica (en un primer momento sólo dentro de Israel), para ser
precisamente universal, debe comenzar “abajo”. Los que no cuentan, los rechazados
por la sociedad de su tiempo son los primeros para Jesús. Los niños son los que no tienen madurez, los
que no tienen mérito, los ignorantes que no conocen la Ley, y para Jesús allí
comienza el reino. Es que por sobre todo, se trata de gratuidad, de la
iniciativa de Dios, del regalo que él quiere hacer a la humanidad.
Celebrar el día del niño en
nuestra comunidad parroquial se va haciendo una tradición. Una tradición en la
cantidad de chicos que vienen y disfrutan, y de jóvenes y adultos que
colaboran. Hoy tuvimos unos 750 niños, se repartieron 100 litros de chocolate, factura,
tortas fritas, galletitas, golosinas en abundancia que no sobraron, pero no
faltaron. Pudimos regalarle a todos un juguete (todo esto con la colaboración de
muchas donaciones, incluso oficiales –del Ministerio de Acción Social que donó
500 juguetes sin ningún cartel identificatorio) y ayudarlos a jugar, y
disfrutar con la ayuda de muchísimos colaboradores: éramos más de 40 personas
trabajando para los chicos. En una sociedad que inventa los “Día de…” para
engrosar las arcas del Dios Mercado, que cambia las fechas de los “Días de…” según
la conveniencia de la compra – venta, en la que todo se compra, todo se vende,
poder celebrar y ver las caras de los chicos sonrientes, jugando, comiendo y
disfrutando gratuitamente, nos permitió decir a los cuatro vientos que creemos
en otro mundo posible, donde los chicos más pobres jueguen tanto y en los
mismos lugares que los otros, que coman la misma comida, que se lleven los
mismos regalos, y todo sin que nadie le pida nada, ni plata, ni “certificado de
bautismo”, ni pertenencia eclesial o barrial. Todo chico estaba en el centro,
todo chico estaba para ser atendido, para disfrutar. Hoy 750 chicos de San Francisco Solano
se sintieron “parte”, vivos, celebrados. Y mucha gente lo hizo posible. Aun sin
saberlo, ellos también dejaron “que los niños vengan a mí” y dejaron –al menos
por un rato- que Dios reine en la gratuidad de la fiesta, en la sonrisa
compartida y en los pobres reconocidos. ¡Gracias a los colaboradores, y gracias
a los chicos por habernos permitido servirlos!
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