sábado, 19 de diciembre de 2015

OC 18 Mateo

Mateo escribe a los cristianos acerca de Israel


Eduardo de la Serna


A medida que pasaban los años, iba quedando cada vez más claro que “cristianos” y “judíos” no eran lo mismo; había cosas que los iban diferenciando más evidentemente con el paso del tiempo. Una vez que los romanos destruyeron la ciudad y el templo de Jerusalén, los judíos, que antes de esto eran notablemente plurales, comenzaron a establecer cada vez más claramente los “criterios de pertenencia”. Si antes había fariseos, esenios, saduceos, entre otros, ahora todo el judaísmo era fariseo; si cada grupo tenía sus propios libros como libros inspirados, ahora había sólo una lista; si cada grupo tenía sus propios dirigentes, ahora todos se nucleaban en torno a los rabinos. Por supuesto que esto no se logró del día a la noche, y los seguidores de Jesús, que se veían a sí mismos también como judíos, entraron en conflicto con estas ideas. Para ellos, el único “rabbí” era Jesús, y esas Escrituras se habían cumplido en Jesús.

En algún lugar (probablemente en Antioquía, en Siria), un “pequeño” grupo de cristianos venidos del mundo judío resistía esta toma de posición de la mayoría. El tema principal era el debate acerca de quién era el verdadero Israel, si el grupo presidido por los fariseos, o el grupo cristiano, antiguamente presidido por Pedro (que había estado un buen tiempo en Antioquía). Para poder destacar que la plenitud de todo lo esperado se daba en Jesucristo, Mateo va a presentar su obra en 5 grandes partes, como son 5 los libros de la Ley judía (el Pentateuco); va a destacar explícita e implícitamente en toda su obra que se han cumplido las escrituras, y Jesús es presentado con características de grandes personajes bíblicos como Abraham, David, Moisés. Veamos esto brevemente:

Mateo, a diferencia de Marcos, empieza con referencias a la etapa anterior al ministerio de Jesús: comienza con una genealogía, que remite a Abraham y David; luego, como David se destaca su estrella, como Moisés es salvado de un rey para poder salvar a los suyos (caps. 1-2).

En la Primera Parte, comienza su ministerio (3-4) y su predicación (5-7). En esta, destaca que ha venido a hacer perfecta la ley y los profetas (= la Biblia; 5,17). La predicación del Reino, está comenzando.

En la Segunda Parte, comienza presentando una serie de milagros, acompañados por relatos vocacionales (8-9). Jesús cura por la palabra (8,16; ver 8,8) y esa misma palabra llama (9,9). Y los suyos son enviados también a predicar el reino y curar (10,1.7). Sin embargo –como le ocurre a la comunidad de Antioquía- serán perseguidos y azotados en las sinagogas (10,17); es que el discípulo debe esperar lo mismo que su maestro (10,25). El reino tiene su dinámica.

En la Tercera Parte vemos a Jesús frente a diferentes grupos: Juan el Bautista, los sabios, los prudentes y los sencillos, los fariseos, su familia (11-12). Nadie entiende a Jesús sino los pequeños (el grupo de Mateo –como dijimos- era un grupo pequeño de judíos cristianos); estos entienden porque les ha sido revelado, a diferencia de los sabios y prudentes a los que Dios se lo ha ocultado (11,25). Lo mismo ocurre con las parábolas (13), en las que muchos por más que miren, no ven (13,14) mientras que a los discípulos se les ha dado a conocer los misterios (13,11). Muchas parábolas se reúnen para expresar cada una un aspecto diferente de ese “misterio del reino”.

En la Cuarta Parte, Mateo sigue bastante fielmente el orden de Marcos, pero destaca el lugar principal que Pedro tiene en la comunidad. Jesús camina en las aguas, y Pedro también (14,22-33), reconociendo a Jesús, Pedro es señalado como piedra fundamental de la Iglesia, o como piedra de tropiezo según sea que él escuche o no la voz de Dios (16,15-23), e incluso es reconocido como hijo como Jesús ante el impuesto del Templo (17,24-27). Por eso, ante la pregunta ¿quién es el mayor? (18) Jesús responde cómo debe comportarse aquel que es el mayor, en relación a sus hermanos, a los pequeños, en no escandalizar, buscar al perdido, perdonar. El reino tiene una pequeña comunidad.

La Quinta Parte nos muestra que la predicación de Jesús ha invertido los valores tradicionales dando lugar importante a las mujeres, los pobres, los niños, el servicio, la gratuidad (19-20); pero el sentido de todo esto le viene dado por cuanto se acerca el tiempo final. Las autoridades judías (de tiempos de Mateo) pretenden ser reconocidos (23), Jesús, en cambio, pretende preparar a su comunidad para su venida futura (24-25), la plenitud del reino.

También en la Pasión (26-28) se cumplen las escrituras. Pero sobre todo destaca que las autoridades judías renuncian a ser el pueblo de Dios ante la pasión (como los contemporáneos de Mateo) sea ante la sangre del justo, o la negación de la resurrección sobornando a los guardias. Pero este Jesús, quiere permanecer siempre con los suyos; hasta el fin del mundo (28,20), porque está en los Doce (10,40), en la oración (18,20), en los pobres (25,31)…

Es que la comunidad de los seguidores de Jesús sabe reconocerlo vivo y presente: Jesús se fue de entre nosotros, pero sigue presente en medio de su pueblo, el verdadero Israel. Los pequeños de la ciudad, saben encontrar a Jesús vivo aunque sean rechazados o criticados; así, un pequeño grupo de Antioquía aprende a reconocer que el verdadero Israel son quienes saben seguir a Jesús y dejarse guiar por el Dios que reina en medio de los suyos y les deja su nueva ley desde una montaña (5,1).

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