Mateo escribe a los cristianos acerca de Israel
Eduardo de la Serna
A medida que
pasaban los años, iba quedando cada vez más claro que “cristianos” y “judíos”
no eran lo mismo; había cosas que los iban diferenciando más evidentemente con
el paso del tiempo. Una vez que los romanos destruyeron la ciudad y el templo
de Jerusalén, los judíos, que antes de esto eran notablemente plurales,
comenzaron a establecer cada vez más claramente los “criterios de pertenencia”. Si antes había fariseos, esenios,
saduceos, entre otros, ahora todo el judaísmo era fariseo; si cada grupo tenía sus
propios libros como libros inspirados,
ahora había sólo una lista; si cada grupo tenía sus propios dirigentes, ahora
todos se nucleaban en torno a los rabinos. Por supuesto que esto no se logró
del día a la noche, y los seguidores de Jesús, que se veían a sí mismos también
como judíos, entraron en conflicto con estas ideas. Para ellos, el único “rabbí” era Jesús, y esas Escrituras se habían cumplido en Jesús.
En algún lugar
(probablemente en Antioquía, en Siria), un “pequeño”
grupo de cristianos venidos del mundo judío resistía esta toma de posición de
la mayoría. El tema principal era el debate acerca de quién era el verdadero Israel, si el grupo presidido
por los fariseos, o el grupo cristiano, antiguamente presidido por Pedro (que
había estado un buen tiempo en Antioquía). Para poder destacar que la plenitud
de todo lo esperado se daba en Jesucristo, Mateo va a presentar su obra en 5
grandes partes, como son 5 los libros de la Ley judía (el Pentateuco); va a destacar explícita
e implícitamente en toda su obra que se han cumplido
las escrituras, y Jesús es presentado con características de grandes
personajes bíblicos como Abraham, David, Moisés. Veamos esto brevemente:
Mateo, a
diferencia de Marcos, empieza con referencias a la etapa anterior al ministerio
de Jesús: comienza con una genealogía, que remite a Abraham y David; luego, como
David se destaca su estrella, como Moisés es salvado de un rey para poder
salvar a los suyos (caps. 1-2).
En la Primera Parte, comienza su ministerio
(3-4) y su predicación (5-7). En esta, destaca que ha venido a hacer perfecta la ley y los profetas (= la Biblia; 5,17). La
predicación del Reino, está comenzando.
En la Segunda Parte, comienza presentando una
serie de milagros, acompañados por relatos vocacionales (8-9). Jesús cura por
la palabra (8,16; ver 8,8) y esa misma palabra llama (9,9). Y los suyos son
enviados también a predicar el reino y curar (10,1.7). Sin embargo –como le
ocurre a la comunidad de Antioquía- serán perseguidos y azotados en las sinagogas (10,17); es que el discípulo debe esperar
lo mismo que su maestro (10,25). El reino tiene su dinámica.
En la Tercera Parte vemos a Jesús frente a
diferentes grupos: Juan el Bautista, los sabios, los prudentes y los sencillos,
los fariseos, su familia (11-12). Nadie entiende a Jesús sino los pequeños (el grupo de Mateo –como
dijimos- era un grupo pequeño de
judíos cristianos); estos entienden porque les ha sido revelado, a diferencia
de los sabios y prudentes a los que Dios se lo ha ocultado (11,25).
Lo mismo ocurre con las parábolas (13), en las que muchos por más que miren, no ven (13,14) mientras que a los discípulos se
les ha dado a conocer los misterios
(13,11). Muchas parábolas se reúnen para expresar cada una un aspecto diferente
de ese “misterio del reino”.
En la Cuarta Parte, Mateo sigue bastante
fielmente el orden de Marcos, pero destaca el lugar principal que Pedro tiene en
la comunidad. Jesús camina en las aguas, y Pedro también (14,22-33), reconociendo
a Jesús, Pedro es señalado como piedra fundamental de la Iglesia, o como piedra
de tropiezo según sea que él escuche o no la voz de Dios (16,15-23), e incluso es
reconocido como hijo como Jesús ante
el impuesto del Templo (17,24-27). Por eso, ante la pregunta ¿quién es el
mayor? (18) Jesús responde cómo debe comportarse aquel que es el mayor, en
relación a sus hermanos, a los pequeños, en no escandalizar, buscar al
perdido, perdonar. El reino tiene una pequeña
comunidad.
La Quinta Parte nos muestra que la
predicación de Jesús ha invertido los valores tradicionales dando lugar
importante a las mujeres, los pobres, los niños, el servicio, la gratuidad
(19-20); pero el sentido de todo esto le viene dado por cuanto se acerca el tiempo
final. Las autoridades judías (de tiempos de Mateo) pretenden ser reconocidos
(23), Jesús, en cambio, pretende preparar a su comunidad para su venida futura
(24-25), la plenitud del reino.
También en la Pasión (26-28) se cumplen las
escrituras. Pero sobre todo destaca que las autoridades judías renuncian a ser
el pueblo de Dios ante la pasión (como los contemporáneos de Mateo) sea ante la
sangre del justo, o la negación de la resurrección sobornando a los guardias.
Pero este Jesús, quiere permanecer siempre con los suyos; hasta el fin del
mundo (28,20), porque está en los Doce (10,40), en la oración (18,20), en los
pobres (25,31)…
Es que la
comunidad de los seguidores de Jesús sabe reconocerlo vivo y presente: Jesús se
fue de entre nosotros, pero sigue presente en medio de su pueblo, el verdadero
Israel. Los pequeños de la ciudad,
saben encontrar a Jesús vivo aunque sean rechazados o criticados; así, un pequeño grupo de Antioquía aprende a
reconocer que el verdadero Israel son
quienes saben seguir a Jesús y dejarse guiar por el Dios que reina en medio de
los suyos y les deja su nueva ley
desde una montaña (5,1).
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