sábado, 12 de julio de 2014

Los clamores del silencio



Los clamores del silencio



Eduardo de la Serna




Ya pasó tiempo de la sentencia que condenó a Luciano Benjamín Menéndez y a Estrella por el asesinato del obispo Enrique Angelelli. Pasó tiempo… suficiente como para esperar alguna palabra episcopal. Para esperar en vano.


Esperaba ingenuamente que alguno dijera “hemos callado”, o “pedimos perdón”. O reconocer que los “hermanos mayores” fueron cobardes, para no tener que decir cómplices. O, disimuladamente, deseaba escuchar una palabra clara, como proponer a Angelelli como modelo de cura y creyente (¡y de Obispo!!!) O deseaba escuchar hablar de martirio. O…


¡Pero no! Nada de eso. ¡Nada! A lo sumo alguna carta pastoral lavada, mediocre y cobarde. Nada de hablar de asesinato, de culpables, y menos aún de martirio. Cartas con citas de otros para no hacerse cargo de las propias palabras, cartas donde “Angelelli cayó”, o donde Angelelli “entregó su vida”, sin nadie que se la arrancara. 


Si los obispos esperan un 2016 – bicentenario de la independencia – sin pobres ni excluidos, a lo mejor la figura de Angelelli debería servirles para saber que pelear por la justicia y la liberación trae conflictos. Porque no hay pobres y excluidos sin empobrecedores y excluidores, y – lamentablemente –muchos de estos son sus amigos o sus asesores. Muchos son cómplices civiles de los que asesinaron a su hermano obispo. A ellos habrá que llamarlos a la conversión, denunciarlos con nombre y apellido, porque los pobres son asesinados por hambre, por falta de salud, por exclusión. Porque el hambre es un crimen, y eso implica criminales. Pero parece que el silencio episcopal, que calló ante el crimen de su hermano, sigue callando ante el crimen de muchos hermanos. A lo mejor no es malo recordar las palabras de Jesús: “donde está el cuerpo, allí están los buitres” (Lc 17,37). 


En el libro del Génesis hay una frase muy dura. Después de desentenderse de Abel, su hermano – a quién había asesinado – Caín escucha a Dios decirle que “se oye la sangre de tu hermano clamar desde el suelo” (4,10). El “clamor” es el grito del dolor, ese que conmueve a Dios ante su pueblo oprimido en Egipto (Ex 2,23), el clamor de los pobres (Job 34,28) y es exactamente lo contrario de lo que Dios espera de su pueblo (Is 5,7). El clamor de Angelelli, el clamor de los pobres sigue conmoviendo al Dios Padre de Jesús y padre de los oprimidos; y este clamor nos invita a gritar: «Por amor de Sión no he de callar, por amor de Jerusalén no he de estar quedo, hasta que salga como resplandor su justicia, y su salvación brille como antorcha». (Is 62,1)




Cuadro de Diego Rivera tomado de www.nosdigital.com.ar

1 comentario:

  1. Los Mismos Cobardes de Siempre Se Tapan El Culo Sucio Con La Sotana...
    Hace Poco Me Animé A Hablar Con Un Obispo Sobre El Abuso Que Sufrí De Niña Por Un Sacerdote De Su Diócesis Y Me Respondió Que Me Aconsejaba Perdón Y Olvido. Que Ya Habían Pasado Muchos Años....
    Flo.

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