miércoles, 12 de febrero de 2014

Lo viejo y lo nuevo



Lo viejo, lo nuevo, la moda



Eduardo de la Serna


Un desafío fascinante para los cristianos es la constante actitud de discernimiento acerca de la “novedad”. Se habla de “Nuevo Testamento” (o Nueva Alianza), mandamiento “nuevo”, sacerdocio nuevo, odres nuevos… Pero, ¿qué se dice al decir “nuevo”? El término es polisémico, y es importante tenerlo en cuenta. En el mundo romano, presentar –por ejemplo- el cristianismo como una “nueva religión” era algo negativo. Preocuparse por “novedades” es algo propio de superficialidades, de cosas sin fundamento, sin historia. De allí que los primeros cristianos trataron con frecuencia de evitar esa interpretación posible. En esa misma línea, algo “viejo” también puede ser, por lo mismo positivo, síntoma de sabiduría acumulada, de algo “probado con el tiempo”. Pero también algo viejo puede querer decir algo que se resquebraja fácilmente, que se debilita y va muriendo. El cristianismo fue tratando de encontrar ese equilibrio. Un desafío latente en gran cantidad de escritos del “Nuevo Testamento” es saber cuánto de nuevo y cuánto de antiguo hay. Para ser justos, no hay un solo criterio en los escritos, y hay libros (como la carta de Santiago, y el Evangelio de Mateo) en el que se acentúa más lo antiguo que lo nuevo. La Iglesia se ve a sí misma como “Israel” (o el nuevo, o el verdadero Israel), mientras que hay otros, como el Evangelio de Juan, y la carta a los Hebreos) donde el acento está puesto especialmente en la novedad. Pero siempre cuidando no negar el otro “extremo”; cuando eso ocurría aparecieron las primeras herejías (los ebionitas negaban prácticamente toda novedad, mientras que los marcionitas negaban todo lo antiguo). Otro tema importante será reconocer que la “novedad” no implica necesariamente la inutilidad o sinsentido de lo antiguo. El cristianismo no significa (y cuando así se entendió se gestó muerte y genocidios) que Israel no tenía sentido ya en la historia; significa que se trata de algo “nuevo”, no algo que anula, mata o deshace lo viejo. 


El tema es un desafío, como se dijo, y siempre es importante saber cuánta novedad y cuánta antigüedad conservamos. En muchos aspectos contemporáneos del cristianismo presente por ejemplo, parece que se está más cerca de Israel que del Nuevo Testamento (e insisto en que no se trata -¡de ninguna manera!- que eso es negativo; se trata simplemente de saber si es “nuestro”), en aspectos sacerdotales, por ejemplo (sacerdocio, templo, sacrificios…).


Pero todo esto nos ilustra también la actualidad: novedad muchas veces se asemeja a “moda” y suele tener la seriedad, la profundidad y la vacuidad de la moda. Suele ser efímero. Y entonces decir que algo es “nuevo” no suele ser precisamente una alabanza. No es lo mismo algo nuevo que un “lifting”. Del mismo modo, algo “viejo” puede ser algo de descarte, condenado al olvido. Es característico de los electrodomésticos que ya no tienen manera de encontrarse (o encontrar repuestos) si tienen más de 5 años de “viejos”. O también, por el contrario, algo viejo puede ser sinónimo de durable, resistente (“los autos viejos no se rompían como ahora”), o algo “nuevo” sinónimo de dinámico, creativo…


Insisto: se trata de términos polisémicos y acá el tema. Para entender de qué hablamos, de qué se trata, hay que mirar su uso, su sentido. Durante un tiempo se habló de la “vieja política”, entendida como la política de la componenda, la corrupción, los arreglos “bajo la mesa”, y se decía “que se vayan todos”. En otra época (especialmente después de la derrota política de 1983) el peronismo habló de Renovación, y la “renovación” era –entre otros- Grosso, Menem, De la Sota. ¿De qué “renovación” se trataba? ¿Qué decimos cuando decimos vieja o nueva política? Porque entre los viejos, “la palabra vale”, por ejemplo; o –por el contrario- el diablo “sabe por viejo”. ¿Qué es lo viejo? ¿Qué es lo nuevo? En nuestro tiempo, por suerte ya lo sabemos: Barrionuevo, Cariglino, Toma, Juanjo Álvarez, Othacehé eso es “frente renovador”. Permítanme que eso “nuevo” no me atraiga y me parezca más un “lifting” que algo “nuevo”; permítanme que prefiera una y mil veces quedarme con lo viejo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario