martes, 18 de noviembre de 2014

Comentario 34A - Cristo Rey



Un rey identificado con los insignificantes de la tierra
DOMINGO TRIGESIMOCUARTO - "A"
SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO, REY
23 de noviembre

Eduardo de la Serna



Lectura de la profecía de Ezequiel     34, 11-12. 15-17

Resumen: Ante el abuso de los malos pastores, Dios mismo se ocupará de su pueblo, procurando el bienestar de los débiles y sancionando duramente a los que ejercen poder.


La lectura de Ezequiel es escogida por su referencia al “pastor”, imagen que en la Biblia (y en el ambiente oriental) es utilizada para aludir a aquel que tiene una responsabilidad de “conducción” (Jer 10,21; 23,1-4). 

El texto del capítulo alude a los pastores en tres partes: vv.1-10 presenta la imagen del pastor, en vv.11-15 se explica mostrando que Dios rechaza a los mercenarios que no cumplen con su responsabilidad como pastores, y no se ocupan de las ovejas. Dios mismo ocupará ese sitio. A partir del final del v.15 se destaca la distinción entre “oveja y oveja” Los jefes del pueblo (ya no pastores, porque es Dios, sino “carneros” y “machos cabríos”) dificultan la vida del pueblo y el pastor tomará posición en favor de la débil.

A partir del v.23 se hace referencia a un “buen pastor” a semejanza de David. El texto no está incluido en el párrafo litúrgico.

Como pastor, Dios se preocupará de sus ovejas (cosa que no han hecho los jefes del pueblo), se preocupa de su alimento y su reposo (Sal 23; 74,1-2). El juicio, entonces, entre “oveja y oveja” (o carneros y machos cabríos) se refiere a las autoridades, su abuso de poder contra los pobres, su acaparamiento de pastos y agua perjudicando el de los débiles (vv.18-19), es entre “oveja gorda” y “oveja flaca”. Eso es “pastorear con justicia” (v.16).
 

Lectura de la primera carta de san Pablo a los cristianos de Corinto     15, 20-26. 28

Resumen: La resurrección de Cristo da comienzo a una novedad que llegará a su fin en el momento en que todos resuciten. Las autoridades han matado a Jesús, y esas fuerzas del mal han de ser vencidas preparándose así el triunfo definitivo sobre la muerte en la resurrección. Así Dios recibirá el reino de manos de su hijo.


La primera parte de este texto (15,20-23) fue leída en la fiesta de los fieles difuntos… Repetimos lo allí dicho y añadimos comentario a los párrafos no incluidos (vv.24-26 y v.28).

Pablo dedica un extenso capítulo a hablar sobre la resurrección. El motivo de la extensión está causado porque algunos de la comunidad niegan que esta exista. Es posible que la influencia del helenismo para el cual “el cuerpo es cárcel del alma” motivara la incredulidad; no tiene sentido – afirmarían – que si el alma logra liberarse de su cárcel en la muerte, vuelva más tarde a encarcelarse. Sea esta o no la razón de la negación, lo cierto es que Pablo dedica mucha energía a afirmarla. Comienza destacando la centralidad de la resurrección de Cristo para la fe (vv.1-11) para lo que recurre a la predicación primitiva que él mismo ha recibido y predicado. El acento probatorio está dado por la gran cantidad de beneficiarios de apariciones del resucitado comenzando por el primero: Cefas (= Pedro) y finalizando por “el último”, el mismo Pablo. Luego destacará – y a esta sub-unidad pertenece el texto litúrgico del día – la relación entre la resurrección de Cristo y la de sus seguidores (vv.12-34). A continuación esbozará un intento de responder al “cómo” de la resurrección, ¿con qué cuerpo? (vv.35-53) para concluir con un himno a la victoria de Dios (vv.54-57) con una conclusión (“hermanos”, v.58).

Una breve nota sobre la ausencia de mujeres en la lista de beneficiarios de una aparición del resucitado: es sabido, por los relatos evangélicos, que algunas mujeres fueron testigas de la resurrección: los nombres y número varían según los evangelistas: no hay apariciones del resucitado en Marcos, “María Magdalena y la otra María” en Mateo (28,1.9), no se las menciona en Lucas (salvo que sea mujer – como es posible – el/la peregrino/a de Emaús no mencionado (24,18), a María Magdalena en el añadido al final de Marcos (16,9) y en Juan (20,11). Sin embargo ha de señalarse que Pablo está transmitiendo “lo que recibió” (15,3). Es posible que – dada la no credibilidad de las mujeres (Mc 16,11; Lc 24,22-24) – al predicar y mencionar a los testigos de la resurrección sólo se aludiera a los varones, y esto es lo que Pablo conoce. De hecho, para Pablo, un “apóstol” es todo aquel que ha visto al resucitado (1 Cor 9,1) y en Rom 16,7 hace referencia a una “apóstola” señalando que ella, Junia y Andrónico “llegaron a Cristo antes que él”. 

Como judío fariseo que es, Pablo cree que en “el día del Señor” comenzarán las resurrecciones (Dn 12,2), y como seguidor de Jesús cree que ese “día” ha comenzado con la resurrección de Jesús. Han llegado los últimos tiempos. Jesús ha resucitado y con su resurrección comienza la serie de resurrecciones que está “al llegar” en su “venida” (especialmente inminente – para Pablo – en sus primeros escritos como 1 Tesalonicenses y 1 Corintios, cf. 15,51-52). La resurrección de Cristo no es aislada, sino “primicia” de las demás (vv.20.23 [formando una inclusión semítica en esta parte]). Por eso, para él, negar “las” resurrecciones” implica negar “la” resurrección primera. 

Los vv.21-22 preparan un tema que luego desarrollará extensamente en otra carta: la relación de tipo y anti-tipo entre Cristo y Adán (cf. Rom 5,12-21). Con Adán se desata para la humanidad “la muerte”, “todos mueren”; por el “nuevo Adán” (Pablo dice “último Adán”, cf. 1 Cor 15,45) se desencadena el proceso de resurrecciones. 

El tema comienza con una afirmación tajante que contrasta con las suposiciones (“si no hubiera…”, vv.12.29): “¡pero no! ¡Cristo resucitó!” La referencia a las primicias (cf. Lev 23,9-14) alude a la consagración, tema aquí ausente. La imagen aquí es temporal y es metáfora que refiere a la precedencia, como la prenda de herencia (cf. 2 Cor 1,22; 5,5), o el “primogénito” (cf. Rom 8,29). La referencia a los frutos prepara el tema del “cuerpo” nuevo que desarrollará en vv.35-49. 

Adán fue “primicias” de la humanidad. 

Porque por un hombre la muerte
         y por un hombre la resurrección de los muertos (v.21)
Porque como en Adán todos mueren
                         Así  en Cristo todos revivirán (v.22)

Es interesante el paralelo (que Pablo no llama aquí “tipo”, cosa que sí hace en Rom 5, en un texto mucho más desarrollado, cf. 5,14), en realidad – además de que Romanos es más tardía – no es el tema del pecado y la desobediencia lo que le interesa aquí a Pablo sino el de la muerte y la resurrección. Hay una solidaridad inter-humana en ambos tipos sin que se desarrollen todos los aspectos. Estar “en Adán” conduce a la muerte (“mueren”, tiempo presente), mientras que estar “en Cristo” conduce a la vida futura (“revivirán”, tiempo futuro). La solidaridad fatal en Adán conduce a la humanidad a la catástrofe, mientras que la solidaridad en Cristo conduce a la victoria de la resurrección, a la promesa del “último Adán”. El uso del término “todos” rompe la lógica del esquema, ya que “todos mueren” porque “todos” están “en Adán”, no hay forma de evitarlo; mientras que “todos” los que “están en Cristo” son los que vivirán (cf. 1 Cor 1,18; 5,13; 6,9-10). La creencia en la resurrección entre los judíos no es uniforme; Pablo aquí pareciera que espera la resurrección solamente de los creyentes, no de los no creyentes. En otros textos se alude a la resurrección de “todos”, unos para la vida y otros para la condenación (cf. Dn 12,2; Ap 20; Jn 5,29). El “tiempo” de dicha resurrección será en la “venida” de Jesús. Si bien la “venida” en el lenguaje técnico aludía a la “visita” de altas autoridades políticas, en el cristianismo se señaló contraculturalmente la futura venida inminente de Jesús (1 Tes 2,19; 3,13; 4,15; 5,23; cf. 2 Tes 2,1; como se ve fue utilizada especialmente en los primeros escritos; luego el término – no la expectativa – fue reemplazado).

Continuación, vv. 24ss.

Cuando ocurra la “venida” llegará “el fin”. Esto ocurrirá cuando Jesús entregue a Dios el Reino. Sin duda este versículo es decisivo en la incorporación del texto en la liturgia del día. Sin embargo, el “reino” no parece que deba entenderse en Pablo de modo idéntico al uso del Jesús histórico. Pablo lo utiliza de un modo bastante limitado: sólo x8. 


  • los exhortábamos y alentábamos, conjurándolos a que viviesen de una manera digna de Dios, que los ha llamado a su Reino y gloria. (1Tes 2:12)
  • que no está en la palabrería el Reino de Dios, sino en el poder. (1Cor 4:20)
  • ¿No saben acaso que los injustos no heredarán el Reino de Dios? ¡No se engañen! (…) ni los rapaces heredarán el Reino de Dios. (1Cor 6:9-10)
  • Luego, el fin, cuando entregue a Dios Padre el Reino, después de haber destruido todo Principado, Dominación y Potestad. (1Cor 15:24)
  • La carne y la sangre no pueden heredar el Reino de los cielos: ni la corrupción hereda la incorrupción. (1Cor 15:50)
  • como ya les previne, que quienes hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios. (Gal 5:21)
  • Que el Reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia y paz y gozo en el Espíritu Santo. (Rom 14:17)

Como se puede ver, en Pablo el “reino” es algo presente, pero también futuro, que se heredará. El verbo “reinar” también se encuentra pocas veces (x9, pero en muy pocos versículos):


  • con todo, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés aun sobre aquellos que no pecaron con una transgresión semejante a la de Adán, el cual es figura del que había de venir... (Rom 5:14)
  • En efecto, si por el delito de uno solo reinó la muerte por un solo hombre ¡con cuánta más razón los que reciben en abundancia la gracia y el don de la justicia, reinarán en la vida por un solo, por Jesucristo! (Rom 5:17)
  • así, lo mismo que el pecado reinó en la muerte, así también reinaría la gracia en virtud de la justicia para vida eterna por Jesucristo nuestro Señor. (Rom 5:21)
  • No reine, pues, el pecado en su cuerpo mortal de modo que obedezcan a sus apetencias. (Rom 6:12)
  • ¡Ya están hartos! ¡Ya son ricos! ¡Se han hecho reyes sin nosotros! ¡Y ojalá reinasen, para que también nosotros reináramos con ustedes! (1Cor 4:8)
  • Porque debe él reinar hasta que ponga a todos sus enemigos bajo sus pies. (1Cor 15:25)


Esta doble dimensión presente y futura (propia también de la referencia al reino del Jesús histórico) puede entenderse también como “la vida en el espíritu” que en Pablo es presente, pero con una profunda carga escatológica. 

El esquema de esta parte parece concéntrico:

A.- después de destruir todo principado, poder y dominio (v.24)
B.- reinar... enemigos bajo sus pies (v.25)
C.- El último enemigo: la muerte (v.26)
B’.- Todas las cosas… bajo sus pies (v.27)
A’.- después de someter todas las cosas (v.28)

En la unidad hay un traspaso de reino de Cristo al Padre. El tema del “reino de Cristo” ha dado motivo a muchos debates que no es el caso desarrollar aquí. Lo cierto es que la resurrección de Cristo da comienzo a una nueva era que culminará con la resurrección de todos. En este caso se habrá vencido el último enemigo para el reino: la muerte (v.26). 

El contexto es real ya que no sólo encontramos la referencia al reino/reinar sino que la cita de los dos salmos 8 y 110, habitualmente cristológicos en el NT aluden al dominio (“bajo los pies”) con elementos propios (“enemigos” el Sal 110, “sometimiento” el Sal 8). El Salmo 8 puede entenderse como una relectura del relato de la creación, lo cierto es que la referencia a Jesús como Adán (nuevo / último) permite mostrar el reinado sobre la (nueva) humanidad. El Sal 110 alude al rey davídico reforzando el reinado con lo que se destaca que Jesús realiza y plenifica la voluntad de Dios para la humanidad.

El reinado de Cristo debe enfrentar a los enemigos: príncipes (arjê), poderes (exousía) y dominios (dynamis). Los dos primeros vuelven a encontrarse en Lucas 12,11; 20,20 aludiendo a las autoridades públicas (cf. Tit 3,1). La exousía y dynamis también se encuentran en Lucas (4,36; 9,1; 10,19) para referir al poder sobre los espíritus inmundos o demonios. No es evidente que se refiera, entonces, como sí lo parece en los escritos deuteropaulinos a figuras espirituales. Es posible que se aluda a los poderes contemporáneos (ver 1 Cor 2,6.8) que se dejan conducir (= reinar) por su rechazo al reinado de Dios. El contexto anti-imperial no debe excluirse.


+ Evangelio según san Mateo     25, 31-46

Resumen: Mateo concluye los discursos con un claro texto donde identifica lo que se realice a los insignificantes en sus necesidades es algo que se hace al mismísimo rey. 


La unidad escatológica de Mateo concluye con un conocido e importante texto. Las parábolas anteriores aludían a una “venida” (24,50; 25,10.19). El texto de hoy hace referencia a esa misma venida, señalada como del “Hijo del hombre”.

Como se sabe, hay tres tipos de dichos de Jesús que aluden al hijo del hombre: los dichos en presente (“el hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza”) en los que el término puede traducirse por “yo”: “yo no tengo…”; los dichos que hacen referencia a un futuro cercano (“el hijo del hombre será entregado”) que aluden a la muerte y resurrección inminente de Jesús y los dichos que aluden a un futuro indefinido (“vendrá…”). En este caso el “hijo del hombre” aparece como juez, como es insinuado en Daniel 7 y ocupa el lugar de Dios.

Las imágenes de juicio a las naciones se encuentran también en Joel 4,2; Is 66,18. La relación con Ez 14 (primera lectura) también se ha de destacar.

Los términos griegos usados no son evidentes, se suele traducir por “ovejas” y “cabritos” (próbata / erífôn) aunque otras traducciones son posibles (ovejas y carneros, por ejemplo). De todos modos, lo que cuenta en la imagen es la “separación” que hace el pastor, metáfora del juicio. Tampoco ha de entenderse que los cabritos tienen una mirada negativa en el texto. Lo mismo ha de decirse de la “derecha” y la “izquierda”, aunque en el mundo antiguo la derecha simboliza lo “recto”, mientras la izquierda alude a lo “siniestro”:


el admirable varón que estaba sentado sobre su trono juzgaba y sentenciaba a las almas, mientras los dos ángeles de la derecha y la izquierda tomaban nota: el de la derecha registraba las acciones justas, el de la izquierda consignaba los pecados” (Testamento de Abraham 12,11-12; cf. 13,9).


Después de la imagen de la separación a izquierda y derecha desaparece la imagen pastoril para comenzar el diálogo: “dirá”, “responderán”… 

La frase “benditos de mi Padre” en boca del “Rey” hace pensar que este Hijo de hombre se trata de Jesús (2,2; 21,5; 27,11.29.37.42), como la relación “rey” y “pastor” (ver Ezequiel, primera lectura) lo indica (ver “trono de gloria”, v.31). Los de la derecha recibirán este “reino” en “herencia” (v.34). De todos modos no hay que llevar la metáfora al extremo (el Hijo Rey tiene a su Padre vivo, no como ocurre en las dinastías). 

Los hechos mencionados (llamados “obras de misericordia”) son frecuentemente tenidos en cuenta en la literatura bíblica y para bíblica:


Porque exigías sin razón prendas a tus hermanos, arrancabas a los desnudos sus vestidos, no dabas agua al sediento, al hambriento le negabas el pan; (Job 22:6-7)
¿No será más bien este otro el ayuno que yo quiero: desatar los lazos de maldad, deshacer las coyundas del yugo, dar la libertad a los quebrantados, y arrancar todo yugo? ¿No será partir al hambriento tu pan, y a los pobres sin hogar recibir en casa? ¿Que cuando veas a un desnudo le cubras, y de tu semejante no te apartes? (Is 58:6-7)
El que es justo y practica el derecho y la justicia, no come en los montes ni alza sus ojos a las basuras de la casa de Israel, no contamina a la mujer de su prójimo, ni se acerca a una mujer durante su impureza, no oprime a nadie, devuelve la prenda de una deuda, no comete rapiñas, da su pan al hambriento y viste al desnudo, no presta con usura ni cobra intereses, aparta su mano de la injusticia, dicta un juicio honrado entre hombre y hombre (Ez 18:5-8)
“Fui vendido como esclavo, pero el Señor me liberó. Fui llevado a la cautividad, pero su mano poderosa me ayudó. Me sentí agobiado por el hambre, pero el Señor me alimentó. Estuve solo, pero Dios me consoló; estaba enfermo, pero el Altísimo me visitó. Yacía encarcelado, pero el Salvador se apiadó de mí. Entre grilletes estaba, pero él me desató” (Testamento de José 1,5-6).


Si bien la tercera y la sexta (migrante y encarcelado) no son muy frecuentes, no deja de ser interesante que también se encuentren en Heb 13,2-3:


No se olviden de la hospitalidad; gracias a ella hospedaron algunos, sin saberlo, a ángeles. Acuérdense de los presos, como si estuvieran con ellos encarcelados, y de los maltratados, pensando que también ustedes tienen un cuerpo”.


Seguramente alude a circunstancias también de la vida de los miembros de las comunidades.

Se podría aludir a cada uno de los momentos de necesidad (necesidades básicas [1 y 2], necesidades de protección [3 y 4] y necesidad de compañía [5 y 6] pero no parece necesario. Pero la novedad no se trata solamente del hecho realizado, sino que se le realiza al mismísimo rey. Estos, llamados ahora “justos”, se sorprenden por la atribución.

La frase que da sentido a la unidad (v.40) es característica de Mateo: amên legô hymin (“en verdad les digo”, x29 mientras x12 en Marcos, y x5 en Lucas. Juan duplica el “amén”: “en verdad, en verdad…” x20). El texto ciertamente es subversivo, ya que no tiene – socialmente – repercusión lo que se haga en favor de los insignificantes (elajistôn) mientras que suele contar lo que se realiza en favor del rey. Pero este rey se sabe atendido en la necesidad en lo hecho a los últimos. El objetivo del texto es claramente contrastante. La clave – sin duda – está dada por el “a mí me lo hicieron” (o dejaron de hacerlo). 

Es evidente que el relato debería repetir cuatro veces la escena (dos – positiva y negativa – en el dicho del rey y dos – positiva y negativa – en la pregunta de los destinatarios. Para evitar la extensión el relato se va abreviando progresivamente, lo cual favorece la narración. Así se lleva a v.45 con la antítesis de lo dicho en v.40 mostrando la antítesis (la omisión de “hermanos” [y hermanas, ciertamente] en esta unidad revela que no se trata de servicio hecho a los discípulos, sino al mismísimo rey, sea quien fuere el necesitado socorrido o no. 

Hay un elemento final a tener en cuenta: en el evangelio de Mateo, es característico que el resucitado “no se va”, por el contrario “permanece” en medio de su comunidad: “yo estaré con ustedes” (28,20). Esa presencia del resucitado es la que la comunidad de Mateo está invitada a reconocer y servir. Jesús está donde “dos o tres se reúnan” (18,20), “en la predicación” (10,40-42), y – en este caso concreto – en las necesidades de los insignificantes de la sociedad. Tan presente está que reconoce como hecho a él – u omitido – cualquier cosa que se haga socorriendo sus necesidades o dejando de hacerlo. “A mí me lo hicieron”. Es algo que se realiza a la misma persona del Rey.


Foto tomada de iscagdl.blogspot.com

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