sábado, 14 de diciembre de 2013

Hordas



Hordas

Eduardo de la Serna


Las hordas bárbaras o de bárbaros fueron socavando las raíces del Imperio romano. Destrucción, caos, muerte era la consigna imaginaria. Temor, pánico, parálisis.

En el 2001 estalló el país. Argentina se derrumbó. Las fotografías del hambre, la desnutrición y los escombros de un país recorrían el mundo. Y como “a río revuelto, ganancia de pescadores”, algunos pescadores salieron a pescar. Algunos se beneficiaron con la “pesificación asimétrica” porque el que “depositó dólares” no recibió dólares; pero si un multimedios se endeudó en dólares, lo pagó el país –casi, casi como uno a uno- por algo así como “bienes culturales”. Si la población en su creatividad empezó a mantenerse con la economía informal en los “club del trueque”, pues se hacen “bonos” o “créditos” falsos, se provoca inflación, y estalla también eso. La cosa está en el “clima”, en el “río revuelto”… y para entender mejor eso es bueno mirar unos días atrás de estos momentos.

Si el gobierno de De la Rúa mostró en pocos meses toda su ineptitud, si la mano invisible del mercado no funcionaba y la copa no se derramaba, había que intervenir. En las “elecciones de medio término” «uno» fue elegido senador, y el primer paso estaba dado. Con el apoyo de un gobernador sonriente y con implantes capilares se empezó a organizar el paso dos. Luego vendrían los pasos tres –boicot al puntano elegido- y paso cuatro, poner cara de compungido responsable cuando los senadores amigos ungen al candidato ex derrotado en urnas. Pero el paso dos debía ser quirúrgicamente organizado. El hambre creciente era una mecha lista para encenderse, y el corralito (con megacanje y demás genialidades planeadas para que los poderosos no se vieran acorralados acá, llevando su plata allá) encendió la mecha. La siempre auto-preocupada clase media salió con cacerolas, los pobres salieron a piquetear. Y estallaron los saqueos. Lo que en realidad se estaba saqueando era el poder. Los saqueos reales abundaron. Todavía se ven algunos carritos de supermercado por las calles. Pero fugado el dormilón, ahora hacía falta frenar a la gente que estaba en la calle para que el paso dos fuera controlado; y acá funcionó la inteligencia… La policía, siempre tan eficaz en la prevención, fue por todos lados diciendo que “se vienen hordas de…” La cosa estaba en el lugar de donde las hordas provenían. “Fuerte apache”, “villa Itatí”, “la Cava”… el terror y el racismo harían el resto. No era cosa de ir a saquear y terminar saqueado por esas hordas perversas y desenfrenadas. Fogatas en las esquinas (¿para qué fueran bien visibles?) la gente reunida y armada, ¡muy armada!, para protegerse de las hordas temibles. No había lugares en el Conurbano donde no hubiera fogatas anti-horda. Y así se frenó a la horda de saqueadores, temiendo a hordas peores.

Pues valga esta memoria para mirar nuestro presente. Policías en motos por todas partes diciendo que se viene gente de… y los comercios cerrando. Se venían las hordas saqueadoras. La cosa –otra vez- estaba en el miedo, y la clase media es experta en eso. Una y otra, y otra vez, la cosa está en crear miedo. Sea miedo a Berta, la tormenta, miedo a los hinchas de Boca descontrolados (o “a propósito” descontrolados, es decir, sin nadie que controle), sea miedo a la inflación, a Moreno, al marxista Kicillof o al stalinista Sabatella, miedo al calor, al “flagelo de la droga”, a la inseguridad convenientemente repetida hasta el hastío, la cosa está en el miedo. Y cuando “cunde el pánico”, los pescadores salen a pescar. O los carroñeros a desgarrar los jirones de la vida de los demás.

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