jueves, 26 de diciembre de 2013

Comentario Sagrada Familia



Una familia en camino tras las huellas de las manifestaciones de Dios


LA SAGRADA FAMILIA
DE JESUS, MARIA Y JOSE
29 de diciembre
Eduardo de la Serna



Reiteramos lo dicho ya más de una vez: la liturgia presenta –podemos llamarlo así- dos tipos de textos bíblicos: los textos continuados, donde se deja hablar al texto que corresponda (aunque escogido, por cierto, ya que hay textos que son “salteados”) y textos “temáticos” escogidos a partir del tema litúrgico que se celebra. En estos casos, lo principal no está puesto en lo que el texto dice, sino en lo que el texto dice a partir de lo que “se le pregunta”. En este caso concreto, sobre la “Sagrada Familia”. Nuestra intención en estas páginas es procurar leer lo que los textos dicen, aunque no siempre “digan” lo que se busca en ellos. Sin embargo, la enorme diferencia cultural entre nuestro tiempo y el tiempo bíblico debe tenerse en cuenta. En el caso de la “familia”, por ejemplo, es evidente que el modelo familiar bíblico en muy poco se parece al nuestro; los horizontes son muy distintos y la pregunta quizás deba ser “¿qué nos aportan los textos bíblicos, al hablar de la familia, a las familias de hoy?” Pretender una lectura “lineal”, o un “repetir” modelos sería fundamentalismo, sin duda alguna.


Lectura del libro del Eclesiástico     3, 3-7. 14-17

Resumen: el mandamiento de “honrar padre y madre” es reiterado y ejemplificado en clave religiosa por el sabio.

 



La religión de Israel –expresada en los mandamientos- no se limita a un modo de encuentro con Dios, sino que es inseparable del encuentro con los “otros”, y en este caso, en primer lugar con los progenitores. “Honrar padre y madre” (cf. Ex 20,12; Dt 5,16) es el primero de los mandamientos que dice relación a los “demás”. La teología de la retribución sostenía que el cumplimiento de los caminos de Dios repercutiría positiva o negativamente, según se cumpliera o no, en la vida del sujeto. Así, quién “honra a su padre”, tendrá una larga vida (1,12), verá perdonados sus pecados y alcanzará otra serie de bendiciones (cf. Ex 21,17; Tob 4,3-4; Pr 1,8).

Y este “honor” debe mantenerse particularmente cuando los padres ya estén ancianos, débiles o seniles ya que no hacerlo es semejante a “blasfemar” y provocar a Dios (cf. Lv 20,9; Pr 20,20). Ese es el orden social establecido por Dios (3,1-2). El relato luego de presentar el tema, partiendo del mandamiento y su contexto sapiencial, lo ejemplifica con una serie de “aquel que…” (vv.3.5.6) destacando las consecuencias benéficas del cumplimiento. Pero existe la posibilidad de que el hijo (no parece referirse a los hijos menores, ya que es un maestro de sabiduría el que se dirige a ellos como “hijos” [v.1], por tanto deben ser sus discípulos) no honre a su padre. La vergüenza de semejante actitud se manifestarán entonces en una serie de términos maléficos: como blasfemo y maldito.




Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Colosas     3, 12-21

Resumen: Una serie de normativas presenta la parte exhortativa de la carta a los Colosenses. Empezando por las consecuencias del bautismo en la vida cotidiana, siguiendo por la reunión litúrgica de la comunidad y finalmente mostrando cómo debe vivir una familia en este tiempo en el que la familia (= la casa) era vista como una ciudad en miniatura y por tanto debía manifestar su adaptación al mundo contemporáneo. La carta, sin embargo, no omite destacar los elementos propios que reflejan la propia identidad.


Como es habitual en las secciones exhortativas de las cartas paulinas, nos encontramos una serie de verbos en  imperativo, “mortifiquen”, “desechen”, “revístanse”… (vv.5.8.12…).

La insistencia en “revestirse” proviene del v.10 donde se presenta como antítesis de “despojarse”, contrastando el “hombre viejo” y el “hombre nuevo”. El contexto del revestimiento es bautismal, como lo hemos señalado en otra ocasión y se refleja aquí en el texto aparentemente pre-paulino “no hay griego y judío…” (cf. 1 Cor 12,13; Ga 3,28). Las consecuencias visibles en la vida de este “revestimiento” se presentan como “ser elegidos, santos, amados, con entrañas de misericordia, bondad, humildad, mansedumbre, paciencia, soportando a los otros y perdonando a los demás”. Este catálogo de “capacidades bautismales” llega a la plenitud en el máximo “revestimiento”, el del amor (v.14) que es lo que integra plenamente (syndesmos) en la “perfección” (teleiotês). La unidad concluye con una referencia a la paz y a la acción de gracias (eujaristoi) que deben acompañar al cuerpo eclesial.

La segunda unidad (vv.16-17) concluye también con una invitación a “dar gracias” (eujaristéô). En este caso se exhorta a que en la comunidad “habite” (enoikéô) abundantemente. Esa presencia de la “palabra de Cristo” llevará a la instrucción y amonestación con “toda sabiduría”. Y a cantar “salmos, himnos y odas espirituales” (psalmois hymnois hôdais pneumatikais) en gracia (en járiti) a Dios en los corazones (en tais kardiais). Y a que todo lo que hagan los miembros de la comunidad, sea de palabra o de obra (en logô ê en ergô) sea hecho “en el nombre” de Jesús, dando gracias al Padre.

La tercera unidad (que es probablemente la razón por la que es incorporada esta lectura en la celebración del día) conforma lo que se conoce como “códigos domésticos”. En la antigüedad eran frecuentes los “códigos”, es decir, listas de acciones a evitar o a realizar en determinadas circunstancias. Pecados que se han de evitar en un ambiente donde abundan (catálogos de vicios), cosas que se han de practicar en esos mismos ambientes (catálogos de virtudes), cosas que debe practicar el ministro en una ciudad o comunidad (catálogos de ministerios) y cómo debe comportarse un “amo de casa” (oikodespotes, paterfamilias) para ser reconocido en esa comunidad; la “casa” era tendida como una “ciudad en pequeño” y así se debía manejar la casa, como un gobernante la ciudad. Estos catálogos (todos ellos) son frecuentes en el ambiente greco-romano, y son también habituales en el Nuevo Testamento. En concreto, un buen “amo de casa” debe mostrar visiblemente que lo es “sometiendo” a su/s mujer/es, a sus hijos y a sus esclavos. Así funciona una “casa” en el mundo antiguo. Los cristianos, que cuando ya han pasado los primeros tiempos carismáticos empiezan a organizarse y estructurarse, lo harán precisamente siguiendo ese modelo: la casa. Es una manera demostrarse ante la sociedad como un grupo que no va a romper con lo establecido. Pero –sin embargo- hay una diferencia con respecto a los catálogos de la sociedad, y eso es precisamente destacar y fortalecer la propia identidad. “No somos revoltosos, pero tenemos nuestro modo propio de vivir”. 

Por ejemplo, así dice Platón:  
«si hubiera necesidad -añadí- de decidir cuál de estas cualidades constituirá principalmente con su presencia la bondad de nuestra ciudad, sería difícil determinar si será la igualdad de opiniones de los gobernantes y de los gobernados o el mantenimiento en los soldados de la opinión legítima sobre lo que es realmente temible y lo que no o la inteligencia y la vigilancia existente en los gobernantes o si, en fin, lo que mayormente hace buena a la ciudad es que se asiente en el niño y en la mujer y en el esclavo y en el hombre libre y en el artesano y en el gobernante y en el gobernado eso otro de que cada uno haga lo suyo y no se dedique a más» (República IV, 433 cd).

Con la intención de que el judaísmo sea aceptado por los romanos, Flavio Josefo presenta su modo de vida con criterios semejantes: 
«¿Y en lo referente a los matrimonios? Nuestra ley aprueba únicamente aquellas relaciones sexuales que son la unión con la esposa, y sólo cuando tiene por objeto engendrar hijos (…) La mujer, dice la escritura, es en todo inferior al varón. Por lo tanto, que obedezca al varón, no para su ignominia, sino para que siga su dirección y mandato, porque Dios otorgó al varón fortaleza y poder (…) La ley ordena criar a todos los hijos (…) desde la primera infancia la educación de los hijos debe encaminarse a la sobriedad; la ley ordena enseñarles a leer, los preceptos de la ley y los hechos de nuestros mayores…» (Contra Apión II,199).
Lo interesante del código de colosenses es que está dirigido en primer lugar a los débiles (mujeres, hijos y esclavos) –quienes son mencionados en primer lugar-.  La actitud de los débiles es teologizada (vv. “conviene en el Señor”, v.19; “es grato a Dios”, v.20; “temiendo al Señor”, v.22), pero el “amo de casa” tiene la responsabilidad de “no abusar” de su poder, este es limitado.

El texto litúrgico (seguramente por motivos de que no se supone que hoy haya esclavos, lo cual es evidentemente dudoso) omite el tercer par: esclavos y amos, que es el más extenso y parece haber sido importante en su incorporación en esta sección.

Sin duda, este texto leído fuera de su contexto histórico-cultural ha sido responsable de grandes injusticias con los esclavos y con las mujeres, lo que –además- se pretendió justificado teológicamente. Sin duda no es así como hoy a de leerse este “código”. Ciertamente no es “aquella casa” semejante a “la casa” en la que hoy se despliega la humanidad, y es en “esta” en la que debiéramos encarnar los valores del Evangelio.



+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo     2, 13-15. 19-23

Resumen: En una serie de escenas con semejanzas al Antiguo Testamento, y movido por sueños de José, la familia de José, el niño y su madre, van al exilio y luego vuelven de él mostrando que dios los acompaña en el camino y que ellos se dejan conducir por su palabra.





El Evangelio de Mateo, en lo que se ha llamado –quizás imprecisamente- el “evangelio de la infancia” presenta una serie de relatos con clara connotación veterotestamentaria en los que se destaca precisamente en cada uno el “cumplimiento” de lo dicho por un profeta. La visita de los magos es uno de ellos y constituye el marco de la furia de Herodes (tema que será presentado en otra fiesta litúrgica). La ida a Egipto porque Herodes quiere matarlo, y el regreso una vez muerto este constituyen el texto litúrgico. La matanza de los niños –otro texto claramente veterotestamentario, y que se ubica en otra celebración litúrgica- se ubica en el medio de este marco y es omitido en las lecturas de hoy.

Los sueños de José, que también recuerdan a José hijo de Jacob y su capacidad de comprender la voluntad de Dios en ellos (Gen 40-41), constituyen una suerte de repetición para ir dando movimiento a la escena: huyen a Egipto anunciados por el ángel en sueños, vuelven de Egipto movidos por un nuevo sueño, y se instalan en Nazaret, no en Belén, a causa de un nuevo sueño (el sustantivo ónar, sueño, sólo se encuentra en Mateo, 1,20; 2,12.13.19.22; 27,19) y ha de entenderse como un medio de comunicación que Dios utiliza para transmitir su palabra. Sólo se aplica a José salvo 27,19 donde la mujer de Pilatos luego de la comunicación “en sueños” puede afirmar que Jesús es “justo”. La cita de Os 11,1, “de Egipto llamé a mi hijo” se refiere a Israel, pero es utilizada cristológicamente por Mateo. El marco egipcio, recuerda la matanza de los niños varones (matanza de los inocentes; cf. Ex 1,16), la huida de Moisés (Ex 2,15), y la comunicación divina que le afirma: “Anda, vuelve a Egipto, pues han muerto todos los que buscaban tu muerte” (Ex 4,19). El esquema puede sintetizarse de este modo:

A.    Comunicación en sueños a José: “toma contigo al niño y a su madre”, ida a Egipto
B.    Se levantó, tomó de noche al niño y a su madre
C.    Cumplimiento del oráculo del Señor: “De Egipto llamé a mi hijo”

A.    Comunicación en sueños a José: “toma contigo al niño y a su madre”, ida a Israel: “han muerto los que buscaban la vida del niño”
B.    Se levantó, tomó al niño y a su madre [pero…]

A. Comunicación en sueños, gobierno de Arquelao, ida a Nazaret
C. Cumplimiento del oráculo: “Será llamado Nazareno”

Sin embargo, si bien la intención literaria del texto parece querer poner a Jesús en paralelo con Moisés, el relato ha sido escogido para la liturgia del día por la insistencia en el obrar de José, guiado por Dios, con la finalidad de mostrar a la familia (“con el niño y su madre”) conducida por Dios, y en cumplimiento pleno de las Escrituras.

Una nota sobre el “cumplimiento” de las Escrituras. El término complimiento es un término ambiguo, y puede entenderse como que algo ha sido previsto y anunciado y llegará el tiempo en que ha de “cumplirse”, pero resulta muy extraño esto como accionar de Dios. Dios no tiene digitada la historia y todo lo planeado por él ocurrirá, ya que de ese modo no hay cabida para la libertad humana. Otro modo de entenderlo es que algo que fue dicho hace tiempo para cosas cumplidas o realizadas en ese tiempo (como la vuelta de Egipto), son releídos en una nueva realidad de un nuevo tiempo. La escritura sigue viva, sigue hablando a nuestro tiempo.

Un texto extraño es la referencia a un “oráculo” de “los profetas” (no menciona profeta alguno, sino en genérico) acerca de que “será llamado nazareno”. El texto no se encuentra en ningún profeta. Algunos –en tiempos pasados- lo interpretaban en el sentido de “nazir”, consagrado. De allí que Jesús sea imaginado con pelo largo (el nazir no se cortaba el cabello, cosa que lo distinguiera de los demás como consagrado, como es el caso de Sansón, o de Juan, el Bautista). Sin embargo, es evidente que Jesús no era un nazir (el nazir no bebía alcohol, mientras que Jesús era llamado “comilón y borracho”). Es posible que el término aluda a Néser/nasr, retoño (Is 11,2), pero hay otras opiniones.

Foto tomada de www.bbc.co.uk



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