jueves, 28 de noviembre de 2013

Lectura de la Evangelii Gaudium



Una lectura esperanzada de la nueva Exhortación Apostólica


Eduardo de la Serna


Aunque no se diga expresamente, al menos en el título, la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium (EG) “La alegría del Evangelio” del Papa Francisco parece ser una característica Exhortación post-sinodal, es decir, la consecuencia del pasado sínodo sobre la “nueva evangelización”. De hecho, con mucha frecuencia recoge las “proposiciones” hechas en el Sínodo, y se lo menciona expresamente en notas. Pero por otra parte, tiene apariencia, y también se menciona, de ser un documento “programático” de su pontificado (25).

En sí, el título asume dos maravillosas exhortaciones apostólicas del recordado Pablo VI: la excelente “Evangelii Nuntiandi” y la “Gaudete in Domino”, sobre la Evangelización y sobre la alegría respectivamente. 

Destacar –por otra parte- el rol programático de EG viene a ubicar la anterior encíclica sobre la fe en una suerte de puente entre su pontificado y el anterior. La encíclica escrita “a cuatro manos”, que viene a redondear la “trilogía” del Papa Benito sobre la Caridad y la Esperanza con una sobre la Fe, justo en el Año de la Fe muestra este puente, y si bien puede mostrarse en continuidad con lo anterior, también puede mostrarse como un “cierre”. 

Ciertamente el estilo es diferente, como son diferentes las personas, pero también es diferente el contenido, y –el tiempo lo dirá- quizás lo sea la recepción. La recepción –tema teológico principal- es la medida en que –conducido por el Espíritu Santo- el Pueblo de Dios acoge o no un texto, o una idea. A modo de ejemplo puede verse la gran recepción que tuvo el documento de Puebla, la nula recepción de Santo Domingo y la poca recepción de Aparecida (quizás motivada también por la mucha, nula y poca disposición de los gestores a dejarse conducir por el Espíritu Santo). 

No es el caso reseñar toda la EG, pero sí destacar algunos elementos que me parecen pertinentes señalar. 

Destaco dos elementos en los que hay continuidad con los papas anteriores y se podría haber avanzado más, o se hubiera deseado, pero también noto pequeños pasos:

1.       La persistente negativa del acceso de la mujer al ministerio ordenado. El Papa anterior sostenía que “Jesús no quiso y no podemos cambiar lo decidido por Jesús”. Si bien es cierto que la Iglesia no tiene autoridad por encima de Jesús, lo discutible es si quiso o no. Para empezar, sería interesante saber –entonces- por qué cuando la Pontificia Comisión Bíblica fue consultada sobre el tema, y su texto resulto favorable al acceso de la mujer a los ministerios, el texto nunca fue publicado ni tenido en cuenta. ¿No era que importaba lo que Jesús había decidido? Y –además- queda por saber cuándo y dónde Jesús hizo propuestas específicas sobre el ministerio ordenado. Sin embargo, es interesante que en Aparecida los obispos habían pedido que la mujer tenga acceso a los espacios de decisión pastoral: el texto (Nº 109) afirmaba: lamentamosla discriminación de la mujer y su ausencia frecuente en los organismos pastorales” sin embargo fue finalmente anulado (ver Nº 100b en el texto adulterado). Ahora el Papa afirma: “Reconozco con gusto cómo muchas mujeres comparten responsabilidades pastorales junto con los sacerdotes (…) Pero todavía es necesario ampliar los espa­cios para una presencia femenina más incisiva en la Iglesia (…) en los diversos lugares donde se toman las decisiones importantes, tanto en la Iglesia como en las es­tructuras sociales.” (EG 103). En suma, en la EG se mantiene un tema que quisiéramos se pueda debatir, dialogar y encontrar caminos, pero al menos se ha dado un paso que –ojalá- se sostenga en la realidad. 

2.       El tema del aborto es un tema muy sensible en ambientes eclesiales. En este sentido, tampoco hay un cambio en lo fundamental, aunque hay que reconocer dos pequeños cambios que permiten esperar también otra actitud frente a la situación. Se habla del “niño por nacer” (EG 213), y no se habla del “momento” desde el que ese niño existe. La clásica posición de ciertos sectores eclesiásticos “desde el momento de la concepción” es un tema de debate en ambientes incluso de teología moral. El modo en que ahora está planteado el tema sin duda permite –o deja lugar a- el debate. Y también hay que destacar la insistencia en el acompañamiento a las mujeres que se encuentran embarazadas en situaciones de mucho dolor (como una violación o la extrema pobreza) y la necesidad de comprender a estas mujeres (EG 214). Después de haber escuchado en ambientes eclesiásticos hablar de “genocidas”, por ejemplo, al menos la actitud parece bastante diferente.

Señalo estos dos temas que son los que me parecen más abiertos al debate. Pero debo reconocer que el resto de la Exhortación me parece sumamente valiosa, y un indicio de un nuevo tiempo eclesial. Me permito simplemente señalarlos:

La insistencia en el tema del “reino de Dios”. Es sabido que el tema es central en el Evangelio y casi “monotema” de Jesús. Sin embargo un tema que había casi desaparecido de los textos eclesiales. El cardenal Cipriani había pedido en Aparecida que no se hable de este tema ya que era “sociológico” (sic, parece que para ciertos especímenes episcopales, “hacer lo que Jesús quería” vale solamente para muy pocas cosas como el sacerdocio femenino, pero no para estas cosas “sociológicas”). Ya Pablo VI en la Evangelii Nuntiandi había resaltado el valor y la importancia del tema del Reino (de hecho la EG lo cita expresamente en este tema, cf. 180-1). Poner la centralidad en el Reino hace salir del centro a la Iglesia, lo cual es muy sano para la Iglesia misma.

La insistencia en el tema de los pobres es evidente. La estrecha relación entre evangelización y promoción humana (178), la liberación, resulta sumamente importante. Y tiene una buena importancia en el texto (incluso las tres citas al documento ratzingeriano sobre la teología de la liberación son positivos, (188 nota 153, 194 nota 161 y 201, nota 172).

La importancia de la Iglesia como “Pueblo de Dios” es también central, y debe celebrarse. La teología del Vaticano II lo había resaltado y había sido disimulado, cuando no negado por eclesiologías verticalistas. La importancia del pueblo es uno de los grandes aportes del texto, y es fundamental para la eclesiología latinoamericana. Y en este sentido también es de celebrar la importancia que da todo a lo largo del texto a la religiosidad popular.

Otro tema que merece un importante reconocimiento es la insistencia en la jerarquización de las verdades. Tema que importa hacia dentro y hacia fuera del ámbito eclesial (por ejemplo para el Ecumenismo, y se lo menciona expresamente, 246). Importante también “hacia adentro” ya que a veces parecía que temas de moral eran más importantes y más centrales que Dios, Cristo, el Espíritu Santo, por ejemplo. En ese sentido, son interesantes ejemplos concretos que señala: que se hable más de la templanza que del amor o la justicia, de la ley que de la gracia, de la Iglesia que de Jesucristo, del Papa que de la Palabra de Dios (38).

En el tema económico, (y la importancia dada al dinero) es interesante su rechazo a la famosa teoría del “derrame” (54), y la “mano invisible” del mercado (204), que las cuestiona claramente, lo mismo que el “fin de la historia” (59), y la tiranía que genera “la deuda” externa (56) y el dinero presentado como “idolatría” (55). Si bien es cierto que no hay una referencia explícita al capitalismo o al neoliberalismo, no es menos cierto que la referencia los incluye.

Si bien no hay referencia explícita a los mártires, se ha de celebrar que cuando menciona que en la preparación de la predicación, el cura ha de dedicar mucho tiempo a la lectura de la palabra de Dios (145-153) el siguiente paso es tener “un oído en el pueblo” (154). Es imposible no tener presente el dicho –quizás influido por Karl Barth- de Enrique Angelelli: “poner un oído en el Evangelio y un oído en el corazón del pueblo”.

La actitud constante de no condenar, de no “levantar el dedo” (165, 271) resalta en clara contraposición con la sensación constante de “dura lex” que imprimían los escritos anteriores.

Creo muy valioso la insistencia en “descentralizar” (16) y el hecho de que –ya que el Papa no puede hablar de todo (16)- escuchar y citar diferentes episcopados de diferentes regiones del mundo (áfrica, Asia, Europa, América Latina…).

Ya he señalado en otra ocasión que creo que más que el papa, este o aquel, el tema es “el papado”; la necesaria renovación, incluso del papado, en la medida en que sea realmente concretada, es también un buen augurio (32). Como en todo lo señalado, habrá que ver cómo se despliega ya que “la realidad es superior a la idea” (231).

La actitud de respeto al otro, y el reconocimiento que la verdad no es uniforme, “la expresión de la verdad puede ser multiforme” (41). Es importante que todos “aprendan  siempre a quitarse las sandalias ante la tierra sagrada del otro…” (169).

Ante el planteo de algunos de dar o no la comunión a los “pecadores”, afirma: “La Eucaristía, si bien constituye la plenitud de la vida sacramental, no es un premio para los perfectos sino un generoso remedio y un alimento para los débiles(47).

Me queda finalmente una pequeña nota de un error: en la nota 69 cita a santa Teresita. Al hablar de una hermana que le resultaba particularmente desagradable, pone el ejemplo de son San Pedro, una viejita quejosa e intolerante. En realidad, hay que decir que ha mezclado dos religiosas y dos textos distintos de los escritos de la santa. La hermana que le  desagrada es sor Teresa de San Agustín, y está mencionada en Ms "C" 13 vº-14 rº, en cambio, sor San Pedro, la monja viejita e intolerante a la que se alude la nota 69 es otra (Ms "C" 29 rº).

Muchos temas se podrán comentar y debatir, pero lo más interesante es precisamente que aparece como un escrito en el que la puerta está abierta. Queda todavía mucho por decir y ver, pero en cuanto a un texto programático quizás con un cierto optimismo podamos decir:


Habla mi amado y me dice: ¡Levántate, amada mía, preciosa mía, vente! Mira, el invierno ya ha pasado, las lluvias han cesado, se han ido. Brotan flores en el campo, llega el tiempo de los cánticos, el arrullo de la tórtola se oye en nuestra tierra; en la higuera despuntan las yemas, las vides abultadas perfumean. ¡Levántate, amada mía, hermosa mía, vente! (Cantar 2:10-13)



 foto tomada de www.mexicotop.com

martes, 26 de noviembre de 2013

Comentario 1AdvA



En nuestro presente, nuestra vida debe testimoniar lo que esperamos
DOMINGO PRIMERO DE ADVIENTO - "A"
1 de diciembre 

Eduardo de la Serna

 
Lectura del libro de Isaías     2, 1-5

Resumen: Como es frecuente, el profeta espera que en un futuro indeterminado, Dios reinará sobre Israel y sobre toda la tierra, y puesto que todos caminarán a su luz, ya no habrá violencia, ni instrumentos de violencia, sino que todo será paz y los instrumentos de guerra serán transformados en herramientas para el trabajo del campesino.


El título que precede la unidad (v.1) invita a pensar que el libro ha recopilado aquí a modo de colección una serie de palabras (“visiones” puestas por escrito) del profeta en lo concerniente a Judá y Jerusalén. Es posible que de ese modo se hubieran dado unidad en un momento a los diferentes oráculos, aunque luego ha sufrido añadidos y recortes con el tiempo.

La idea de “días futuros” no necesariamente aluda a lo que conocemos como “fin de los tiempos” y quizás haya que leerlo simplemente como “en el futuro”, aunque también es posible que aluda (en especial al finalizar la recopilación de textos de Isaías y sus discípulos) a un futuro lejano e indeterminado. La idea que guía el pensamiento y el discurso es el concepto de Yahvé rey de Israel, en el anuncio de un reinado universal de paz que nace de la justica. Pero este reinado será universal, no sólo abarcará la tierra de Israel. Yahvé “juzgará” (= gobernará, salvará) a todos los pueblos, no sólo a “Jacob”. Puesto que todos estarán instruidos por Dios, la paz (shalom, término que no se encuentra en la unidad) será una consecuencia obvia y permanente por lo cual ya no serán necesarios los instrumentos de guerra.

El texto de vv.2-4 se encuentra idéntico en Mic 4,1-4a. No es fácil saber cuál es el original, o si se remiten ambos a un elemento común. Especialmente porque ambos profetas son relativamente contemporáneos y predican en una misma región, Judá (es posible que Miqueas lo haya tomado de Isaías, o de una tradición oral que se remita a éste). La paz esperada es tan definitiva que los viejos medios para hacer la guerra se transformarán en instrumentos de trabajo campesino y ya no harán falta entrenamientos militares (“aprender para la guerra”).

La referencia a la peregrinación a Jerusalén es un tema habitual en el que se insiste frecuentemente en el tema de la paz: Sal 46; 48; 76; 87. “Subir” (v.3) es verbo que se utiliza habitualmente para dirigirse a Jerusalén (cf. 7,6; 11,16; 36,1.10; 37,14… cf. Lc 10,30.31). La “Ley” no ha de pensarse en el sentido de la Torá escrita sino de la instrucción que Dios dirige a su pueblo. 

La paz es el tema central, y es más que ausencia de guerras. La lucha por la conquista no tiene sentido ya que es Dios mismo el que conduce a su pueblo. El rey ideal es “príncipe de paz” (9,5-6; 11,6-9). El trabajo pacífico del campesino (Mic 4,4) es una obvia manifestación de la paz reinante. Se invita a toda la “casa de Jacob” a caminar “a la luz de Yahvé”. Pero esto, no ocurrirá todavía.


Lectura de la carta de san Pablo a los cristianos de Roma     13, 11-14a

Resumen: Pablo invita a los romanos a llevar ya desde ahora una vida diferente a la que lleva la sociedad de su entorno. Deben mostrarse distintos porque están ya en un tiempo nuevo, por el espíritu que los introduce en la vida nueva.


Los capítulos finales de la carta a los Romanos son motivo de debate entre los estudiosos. Es que Pablo escribe a una comunidad a la cual no conoce, ni que tampoco lo conoce a él (y en la que hay quienes hablan mal del apóstol diciendo cosas falsas, ver 3,8). A partir del cap. 12 empiezan una serie de exhortaciones, es decir, invitación a vivir de determinada manera, dejando aquello que la perjudica o aceptando lo que la beneficia. Esto lo encontramos hasta el cap. 15  donde Pablo empieza a despedirse (los saludos finales se encuentran en el cap. 16 que también es motivo de debates). El debate tiene su origen en la pregunta: ¿cuánto sabe Pablo de los romanos, como para dar consejos prácticos y exhortaciones precisas? Algunos afirman que hay datos que Pablo tiene y es a ellos a los que enfrenta; otros –en cambio- piensan que puesto que no sabe mucho de la comunidad, las exhortaciones son genéricas y, en muchos momentos, tomadas de lo dicho en otras cartas. En ese contexto, entre los muchos elementos, encontramos el texto litúrgico de hoy. 

En la unidad literaria anterior (13,8-10) había hablado solemnemente del amor como plenitud de la ley (ver Ga 5,14; 1 Cor 13,4-7), la unidad siguiente habla de la “fe” (14,1-15,13).

En esta unidad (13,11-14) el tema principal tiene que ver con cómo deben vivir “hoy” los destinatarios. Toda la perícopa está cargada de temas que se relacionan con el campo semántico del “tiempo” (momento, hora, levantarse del sueño, noche y día, tinieblas y luz, pleno día). Pero evidentemente el acento está puesto en el cómo se debe vivir “ahora”: levantarse, revestirse, caminar respetablemente. Es notable la cantidad de metáforas usadas en la unidad: noche-día, armas, camino, revestirse… Es casi imposible hablar de las cosas más profundas sin recurrir a las metáforas. 

El texto fue leído con frecuencia en un sentido “escatológico”, pero esto no es necesariamente evidente. Sin dudas no se ve la nota de la urgencia, y la imagen de despertar, que se aproxima la hora es coherente con la metáfora del tiempo presente en la unidad. Pero el acento, como decimos, está en la vida que se debe llevar hoy precisamente porque es tiempo de despertar. El verbo caminar (peripatéô) es propio del modo de vida que deben llevar los discípulos (6,4; 8,4; 14,15; cf. 1 Cor 3,3; Ga 5,16…), y lo mismo ocurre con el verbo “revestir” (endúô, vv.12.14; cf. 1 Cor 15,53.54; Gal 3,27; 1 Tes 5,8). La nota escatológica está dada por la vida que “ya” deben llevar los cristianos por haber recibido el espíritu, el don escatológico por excelencia, y que han recibido en el bautismo. Es decir, Pablo los invita a ser desde ahora lo que un día llegarán a ser (la nota de futuro no tiene temas habituales en la escatología como el “día”, la “venida”, el juicio, la futura resurrección, pero sin dudas alude a un futuro indeterminado que va más allá del presente histórico concreto de la comunidad: “no se configuren con este tiempo”, 12,2). Las imágenes de día y noche, luz y tinieblas, aunque son frecuentes en la literatura apocalíptica no conservan aquí esa connotación sino simplemente la metáfora. Esto está puesto en claro contraste con el modo de vida habitual en la sociedad romana de entonces, algo conocido por todos, un comportamiento caracterizado por las comilonas, borracheras, lujuria y desenfreno, rivalidad y envidia. Los cristianos deben mostrar a la sociedad (“camino con decoro”, v.13; cf. 1 Tes 2,12; 4,1.12) una vida contrapuesta a la celebrada en el Imperio, pero deben hacerlo desde ahora. Ya es el tiempo.

Pablo invita a los romanos a comprender el tiempo (kairós). Como se sabe hay diferentes términos griegos para decir “tiempo”. Pablo utiliza con frecuencia el aiôn, que remite al tiempo que no cesa, y puede traducirse como “era”, hasta incluso entenderse como “eternidad”. El tiempo “kronos” es el que es entendido de un modo objetivo, y por tanto medible, por eso puede haber un futuro y un pasado. Kairós es el tiempo en sentido subjetivo, es el momento favorable, estipulado, oportuno. En LXX designa también el tiempo fijado por Dios (Is 49,8; Sal 74,3). Este tiempo fuerte (cf. Mc 1,15; Jn 7,6; Hch 1,7; Mt 26,18; Ap 1,3) es una ocasión que es necesario saber acoger. No necesariamente debe entenderse en sentido escatológico sino en coherencia con el tiempo al que el “día” alude en 11bc-12a). Es el tiempo decisivo de cada persona en la medida de su aceptación de Cristo (1 Cor 7,29; 2 Cor 6,2). La hora (hôra) de levantarse del lecho alude al simple paso del tiempo en el sentido de que “es tarde” (cf. Mt 14,15; Mc 6,35) con lo que prepara lo que viene a continuación. Es necesario levantarse para afrontar la novedad presentada como opuesta a “sueño”. Es el tiempo del “ya” y el “todavía no”. La salvación está próxima, “todavía” no está a nuestra disposición (sin que sea evidente en Romanos qué tan inminente es para Pablo este tiempo. La idea de la “proximidad” (vv.11 y 12, eggys/uzô).

A continuación se destaca la metáfora de “despojarse” y “revestirse” en un sentido de una transformación interior. En un primer momento (v.12) es “vestirse” de las armas de la luz, y en v.14 es “del Señor Jesús, Cristo” (a diferencia de 1 Tes 5,8; 2 Cor 6,7 [cf. Ef 6,13-17] Pablo aquí no describe el armamento, quizás porque a continuación lo identificará directamente con Cristo). La metáfora luz-tinieblas, por su parte (Rm 2,19; 13,12; 1 Cor 4,5-6; 2 Cor 4,6; 6,14; 1 Tes 5,5) en Pablo no tiene implicancias dualistas al estilo de la apocalíptica, se mueve en el terreno de la exhortación, en el plano ético.

En v.13 presenta un pequeño catálogo de vicios. Es sabido que estos son habituales en el mundo greco-romano y en el judaísmo de la diáspora, como un modo de señalar aquello del medio ambiente que culturalmente resulta detestable y que –por lo tanto- se debe omitir. Suelen estar acompañado de catálogos de virtudes, pero aquí no los encontramos. Se trata de tres pares de vicios, el primero (comilonas y borracheras) contrasta con el dominio de sí, el segundo –centrado particularmente en lo sexual, como suele suceder en los catálogos de vicios- (sensualidad y desenfreno) y el tercero alude a las relaciones entre los miembros de la comunidad, lo opuesto a la edificación de la comunidad. A esto Pablo va a oponer lo contrario, pero no lo hace señalando expresamente virtudes contrapuestas sino la actitud fundamental: revestirse del Señor… La imagen del revestimiento tiene que ver con la vida cotidiana, pero en un sentido místico, de fusión. La referencia es bautismal (Gal 3,27), pero este bautismo implica un modo de vida (es interesante notar un semejante contraste entre un catálogo de vicios y la referencia al “ahora” comenzado en el bautismo, en 1 Cor 6,9-11), en cierto modo podemos decir que el bautismo da origen al misticismo paulino, y esto tiene implicancias enla vida cotidiana, es al Señor al que se debe servir, no al emperador ni a otro soberano, solamente al crucificado-resucitado.


+ Evangelio según san Mateo     24, 37-44

Resumen: Con una serie de imágenes con elementos comunes a las expectativas escatológicas Mateo invita a “velar” y “estar atentos” esperando de un momento a otro la venida del hijo del hombre.


Como se sabe, Mateo está compuesto en un cuerpo de cinco grandes discursos, acompañados de cinco secciones narrativas. El quinto bloque –el escatológico- presenta un largo discurso que se encuentra en los caps. 24 y 25 (aunque en cap. 23 también es discursivo). En el v.37 (con el que comienza el texto litúrgico de hoy) Mateo abandona a su fuente Marcos y sigue al documento Q, aunque la continuidad con éste se prolonga hasta el v.51. 

La novedad comienza con el tema de la vigilancia que acompañará el resto de una pequeña serie de parábolas que preparan las grandes parábolas de Mt 25 (las diez vírgenes y los talentos). De hecho, hay una serie de palabras claves que se repiten con frecuencia en esta unidad: “conocer” (24,36.39.42.43.50; 25,13) “día/s” (24,36.37.38.42.50; 25,13), “hora” (24,36.44.50; 25,13), “venir/da” (24,39.42.43.44.46.48; 25,10.19.27), “hijo del hombre” (24,37.39.44), “vigilar” (24,42.43; 25,13).

En la primera parte del capítulo había indicios de la próxima parusía: los que dirán ser el Cristo, los signos de tribulación a los discípulos y a Jerusalén, será visible en cielos y tierra, como una higuera (24,3-36), a continuación destacará que será inesperada (24,37-51). Es en esto que empieza a verse como importante la “vigilancia” aunque no se precise en esta parte en qué consiste esta.

Comienza con un paralelo entre  los días de Noé” y la venida del “diluvio” y la “venida del hijo del hombre”.

El paralelo se ve claramente entre v.37 y vv.38-39:

37«Como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del hombre.
38 Porque como en los días (…) Noé en el arca, 39 y no se dieron cuenta (…), así será también la venida del Hijo del hombre.

Es evidente que el v. 37 presenta el paralelo entre ambos períodos que será explicitado en los versículos siguientes.

El acento no está puesto en que en tiempo de Noé eran pecadores (eso ocurre en otros escritos (ver Is 54,9), lo que el autor destaca es que “no conocían” (ouk egnôsan) lo que les esperaban, y vivían desentendidos de ello: comían, bebían, se esposaban o eran dadas en matrimonio (v.38). El paralelo pone en relación la sentencia de tiempos de Noé con la venida del Hijo del hombre, juicio y parusía se interrelacionan, de ese modo el día del hijo del hombre parece interpretarse como una catástrofe. Pero esto será inesperado y provocará fractura (= juicio) un varón en cada lado (v.40), una mujer en cada lado (v.41). El antagonismo tomado – dejado es habitual en el judaísmo (y la voz pasiva remite a Dios como el que tomará o dejará), cf. v.31. 

Este paralelo entre un acontecimiento ocurrido y uno por ocurrir es el que motiva el llamado a la vigilancia (verbo que aparece aquí por primera vez en Mateo, cf. 24,43; 25,13; 26,38.40.41; x6 en Mc, x1 en Lc y x1 en Hch). La imagen del ladrón que entra sorpresivamente en la casa es habitual en la expectativa apocalíptica (1 Tes 5,2.4; 2 Pe 3,10; Ap 3,3; 16,15), su paralelo en Lc 12,39 nos hace saber que es tomada del texto Q. El ejemplo retoma la idea de “estar preparado” en referencia a la venida “del hijo del hombre” que es el tema que articula la unidad. Estar preparado es paralelo, entonces, de vigilar. El verbo ya lo encontramos en 22,4.8 con la cena “preparada” en la parábola (lo mismo en 25,10).